Norman Foster, Zaha Hadid y Philippe Starck trasladan sus diseños al mar, un mundo en el que el exceso es normal
Los arquitectos largan amarras: varios de los diseñadores más prestigiosos del mundo ya han levado anclas y fijado el rumbo hacia nuevos puertos. Norman Foster, Zaha Hadid, Renzo Piano… son solo algunos de los artistas que han decidido hacerse a la mar y construir un pedacito de cielo sobre el agua. Los yates ‘de autor’ son ya una realidad: estas figuras del urbanismo, alguna de ellas bien conocida en Euskadi, ya se han adentrado en la arquitectura naval, imprimiendo sus respectivos estilos en barcos llamados a ser auténticas obras de arte de ingeniería y diseño.
Se busca crear algo único. Los dueños anhelan exclusividad en un mundillo en el que tener un yate de más de 100 metros ya empieza ‘a oler’. Lejos quedan los mastodónticos acorazados capitaneados por Abramóvich y los jeques árabes: con semejantes portaviones uno se arriesga hoy a que le tachen de ‘hortera’ en las marinas de Saint Tropez y Puerto Banús. La última moda en yates la marcan las líneas finas y depuradas, los interiores pulcros y luminosos, muchos metros de eslora, y si un arquitecto de renombre mundial estampa su firma junto al nombre de la nave, mejor que mejor. Como el precio de estas joyas flotantes suele acumular un número considerable de ceros, los diseñadores están de enhorabuena.
La vanguardista arquitecta angloiraquí Zaha Hadid ha visto el negocio y comienza a lo grande: se ha embarcado en un faraónico y exclusivo proyecto de diseño náutico. De la mano de la prestigiosa naviera alemana Blohm+Voss, la urbanista aspira a que sus proyectos zarpen de tierra firme y se dejen ver por los siete mares. ¿La clave del plan? Una combinación perfecta entre estética, elegancia, funcionalidad, tecnología, gran lujo y, sobre todo, mucha exclusividad. La incursión en la arquitectura naval de la responsable del proyecto de regeneración de Zorrotzaurre es un proyecto a largo plazo formado por seis increíbles naves. El pasado marzo presentó en Hong Kong una réplica a escala del ‘Jazz’, el primero de una serie de cinco preciosos yates de 90 metros de eslora denominada ‘The Unique Circle’: el círculo único.
Cada barco será una «obra maestra única, a la espera de los requisitos específicos de sus futuros dueños», y contará con un diseño exclusivo que lo distinguirá de sus ‘hermanos’. Aunque en general se parecen, los detalles de cada embarcación son técnicamente específicos a gusto del comprador, no vaya a ser que algún día amanezcamos en una remota cala mediterránea y comprobemos con horror que algún desalmado ha fondeado enfrente un yate igualito al nuestro. Aunque la guinda es el ‘Mother Ship’ (barco maestro o buque nodriza): el proyecto de un yate de 128 metros a partir del cual se desarrollarán las demás naves. Una joya del diseño y la ingeniería que combina las elegantes líneas que caracterizan el estilo de Hadid en tierra con el lujo y el glamour del más selecto de los hoteles flotantes. Se trata de un proyecto en marcha, pero otros arquitectos ya saben lo que es ver una de sus creaciones cortando las olas.
Un diseño inconfundible
Es el caso de Norman Foster. El célebre autor de las personalísimas bocas del metro bilbaíno cuenta desde 2009 con su joya flotante: el ‘Ocean Emerald’. Este yate de 41 metros no dejó indiferente a nadie cuando asomó su proa al mar por primera vez. Algunos se enamoraron a primera vista de sus formas atrevidas, otros vieron un diseño demasiado arriesgado para un mundo tan tradicional como el de la náutica más elitista.»Nuestro trabajo en los hoteles de lujo también nos ha servido para lograr aquí un nuevo enfoque de la intimidad y la comodidad», dijo en su presentación el arquitecto inglés. Foster empleó 15 meses en dar con la estructura definitiva, que posteriormente tomaría forma en los astilleros italianos Rodriquez-Cantieri Navale. Sin embargo, la caída en el precio de este buque hace sospechar que alguna de sus exclusivas características hace agua. Con un valor de salida de 14 millones de euros, en mayo de 2012 costaba ‘sólo’ 7.900.000 euros. Pese a este chasco, no hay duda de que el ‘Ocean Emerald’ es un barco único.
El reconocido diseñador industrial Philippe Starck es otro cotizado artista que ha hecho sus pinitos en la arquitectura naval. Desde la década de los ochenta sus creaciones están presentes en veleros, algunas lanchas de línea futurista y los megayates ‘A’ y ‘Wedge Too’, propiedad de un magnate ruso y otro libanés respectivamente. Ambos proyectos emanan la exclusividad que codician los más ricos. Sin ir más lejos, el atrevido diseño del ‘A’ -una nave inconfundible, todo sea dicho- está pensado para que su afilada proa invertida rompa el hielo de los puertos rusos en invierno. Lo más normal, vamos. Este buque, que podría ser la guarida del villano de la última peli de James Bond, pertenece al millonario ruso Andrey Melnichenko y cuenta con el equipamiento típico que requiere esta casta: helipuerto, tapizados en piel de cocodrilo, una piscina con fondo de cristal que sirve de techo a una discoteca… Lo básico para pasar unos días en alta mar. El magnate tuvo el romántico detalle de bautizar la sorprendente embarcación, de 119 metros, con la inicial del nombre de su esposa, Aleksandra.
No obstante, la auténtica proeza náutica de Stark fue el ‘Venus’, un yate de 80 metros que Steve Jobs, cofundador de Apple, le encargó en 2007. El empresario se volcó en cada fase del proyecto, concebido para que lo disfrutara junto a su familia tras su jubilación. Desgraciadamente, Jobs nunca llegó a subirse a bordo del mayor de sus ‘gadgets’ tecnológicos, que fue botado en 2012 y entregado a su viuda e hijos. Y el más caro.
El veterano arquitecto italiano Renzo Piano tampoco es ningún marinero de agua dulce. Desde 1962 diseña barcos para su propio uso y ha experimentado con diversos tipos de cascos y materiales. Pero las embarcaciones de Piano poco tienen que ver con los transatlánticos antes mencionados. Son veleros más pequeños y funcionales en los que prima la belleza, la navegabilidad y, sobre todo, la velocidad por encima del lujo insultante. La más conocida es el ‘Kirribilli’ MAS60, un balandro de 60 pies (18 metros) cuya concepción está directamente relacionada con los Clase J que compitieron durante los años treinta en la Copa América. ‘The Guardian’ calificó esta creación como»un barco diseñado por un hombre que sabe de barcos».
Palacios sobre el agua
Está claro que no todos los arquitectos tienen por qué saber de náutica, aunque también es conocido el empeño que tienen los grandes artistas en meterse donde no les llaman. Para evitar ser propietario de un yate precioso que solo flota amarrado al muelle y convertirse así en el hazmerreír de la cuadrilla, muchos multimillonarios buscan la exclusividad en el interior de sus buques, dejando la navegabilidad en manos de expertos. Eminencias del diseño de interiores como el británico John Pawson hacen las delicias de los exigentes dueños de estas embarcaciones. Suya es la labor de decorar estancias tan variopintas como bibliotecas, salones de juego, gimnasios, spas, discotecas, cines… ubicados en estos palacios flotantes.
En función de las peticiones del propietario, los más prestigiosos interioristas se afanan en lograr los mejores y más originales acabados que serán la envidia del club. Porque todo el mundo sabe que sin un salón de masajes ‘feng shui’ en sequoia lacada a bordo, navegar no es lo mismo.
Fuente: El Correo