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Es poco osado vaticinar que el nuevo año tratará de sorprender con el clásico del más difícil todavía. Sin embargo, también lo hará con posiciones individuales que no se adscriben a tendencias y se plantean desde cero los proyectos. Así, en el primer grupo, lo más destacado no es, por una vez, un nuevo rascacielos dispuesto a batir el récord Guinness de altura sino un edificio de una tipología hasta ahora inexistente: el Spaceport America, la primera lanzadera espacial para turistas que abrirá sus puertas en Nuevo México. Los empresarios que están detrás de este (también) nuevo tipo de turismo han confiado su arquitectura a un proyectista cuyos edificios siempre han querido adelantar el futuro, Norman Foster.

Frente a los altos vuelos de lord Foster, los pies en el suelo de su compatriota David Chipperfield, uno de los que optan al Pritzker de nuevo este año. En 2014, el autor de la Ciudad de la Justicia de Barcelona concluirá sus torres Kattendijkdok en los muelles de Amberes (Bélgica). Se trata de tres bloques de vivienda que no han sucumbido a la tentación del rizo, el pliegue o el giro, tan en boga estos días a la hora de firmar los rascacielos para asegurar su doble uso como torre y como reclamo publicitario. A Chipperfield nunca le ha gustado molestar. Solo hay que fijarse en el respeto con el que trató el Neues Museum de Berlín –que le valió el premio Mies van der Rohe- donde consiguió hacer hablar a la vez al pasado, al futuro, a la barbarie y a la esperanza. Puede parecer mucha conversación, pero no lo es para un arquitecto con aspiraciones tan clásicas como la eternidad.

En España, dos de los más poderosos, el BBVA y el Banco de Santander, desvelarán a su arquitecto de cabecera. Y, aunque han apostado por caballos ganadores, ante la Ciudad del BBVA, apodada ya La Vela al norte de Madrid, y el nuevo Centro Botín en Santander será legítimo preguntarse si Herzog & de Meuron y Renzo Piano llegan a España –o regresan en el caso de los suizos- cuando han perdido la frescura o cuando han ganado madurez.

Herzog & de Meuron han descrito su nuevo proyecto madrileño como construir en el desierto, “en un lugar sin atributos, un no lugar” para explicar que ellos trataron de «levantar un oasis: reutilizando edificios existentes, volcándolos hacia patios y jardines y dándoles una escala humana y escaleras, en lugar de ascensores, para fomentar la charla informal en lugar de las prisas”. Aunque es evidente que 6.000 empleados no forman una familia, su intención es trabajar la idea de comunidad por encima de la de marca.

Así, su apuesta por “una ciudad pequeña en un gran jardín” ofrece la garantía de dos expertos en la reutilización de edificios existentes y en juntar inmuebles para sedimentar barrios -como demostraron en Caixafórum de Madrid o en su propio estudio compuesto de varias casas en el corazón de Basilea-. Sin embargo, ese gran jardín interno corre el riesgo de construir más un gueto que un barrio.

La arquitectura “seca y preparada para el sol” de esta sede bancaria la romperá la “plaza reconvertida en torre”, el rascacielos que tanto recuerda al circular Centro de Congresos de Mansilla y Tuñón que tenía que levantarse en la misma zona de la capital. Será esa torre del BBVA, con vistas a las montañas y al vacío que rodea la sede, la que hará también visible el edificio.

En Santander, el Centro Botín de Renzo Piano nace con el problema opuesto: ¿cómo instalarse en una bahía repleta de símbolos urbanos? Durante el proceso de diseño, el proyectista italiano tuvo la cintura de escuchar las protestas desperta

En Glasgow, finalmente, tampoco han tenido miedo a alterar lugares míticos, y Steven Holl se ha atrevido a respirar junto al legado de Mackintosh, esa obra maestra del Arts & Crafts que es la Escuela de Arte de la ciudad. Hall no es un arquitecto que sepa callar. Así, ante una joya centenaria, ha optado por hablar en blanco y ha corrido el riesgo de darle réplica a lo intocable con fachadas ciegas de vidrio para, desapareciendo como un fondo neutro durante el día, jugar con la luz y poder hablar cuando llegue la noche.das por la primera ubicación propuesta y no solo movió el inmueble, también rebajó el tamaño (y el impacto) de su proyecto, que “no quiere ser arrogante sino silencioso”, ha dicho. Compuesto por dos edificios unidos por un puente, es cierto que el centro duplicará los jardines de Pereda ofreciendo a la ciudad un gran parque público. Sin embargo, también lo es que impondrá un cambio de rostro a la bahía en la que el Banco de Santander dejará para siempre su impronta.

 

Fuente: ElPaís

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