En los setenta hacían falta hospitales. Y, en buena parte de las ciudades españolas, primó el cortoplacismo a la hora de construirlos. Esa inmediatez se tradujo en una arquitectura de edificios masivos –para aprovechar intensamente los solares disponibles- que concentraban una gran cantidad de camas en cada nuevo edificio, esto es en cada nueva inversión. Este proyecto de ampliación y reforma para el Hospital Clínico de Valladolid trata de reparar aquellas prisas curando el inmueble original para darle una nueva vida.
Los problemas eran de varios tipos: de continuidad con el tejido urbano, de lógica en los accesos (algunos elevados) y en los aparcamientos (ubicados en espacios residuales). El interior reflejaba también una manera de trabajar “a pedazos”, parcheando los problemas en lugar de recurriendo a un plan director.
La solución que los arquitectos propusieron buscó reformar el edificio original y ampliarlo con nuevas edificaciones para reorganizar el espacio y reintegrar el inmueble en el barrio. ¿Cómo lo hicieron? Apostando por la fragmentación. Estableciendo galerías de conexión y levantando volúmenes de cuatro alturas que rompieron la antigua escala monolítica del edificio para llevarlo a una relación más integrada con el urbanismo circundante. La fragmentación de los edificios dio lugar a patios de luces, interiores y de fachada. Los bloques –de idéntica crujía y estructura- son espacios flexibles, es decir, fácilmente alterables, que pueden cambiar de uso y/o sumar nuevos módulos en futuras ampliaciones del hospital.
Fuente: El País